El artículo
“Una mirada crítica sobre la ideología de los textos teatrales para niños”,
escrito por la autora Isabel Tejerina Lobo, expone que la literatura dramática
infantil presenta una escasa producción y una deficiente comercialización de lo
publicado, además de encontrar un reducido número de textos de calidad. Asimismo,
gran parte de las obras insisten en ciertas ideas y valores esencialmente
pedagógicos y conservadores. Todo ello nos lleva a afirmar que, actualmente, es
el género menos cultivado.
El maniqueísmo
es uno de los rasgos claros que definen a las obras teatrales. Se trata de la
división de los personajes entre los malos y buenos, caracterizados sin
matices. Los buenos son premiados y ganan siempre al ser los modelos ejemplares
para los niños, mientras que los malos reciben su castigo y pierden al ser
representativos de la maldad o la ambición, entre otros.
Otra de las características
es la defensa del modelo de niño ejemplar, donde la pureza, la alegría y la
defensa de la verdad son los tres rasgos claves por excelencia, a los cuales
podemos sumar la sinceridad.
Destaca
también la fuerte presencia de la religión católica que viene representada en
la liturgia, los ritos y los símbolos. La vida de Jesucristo constituye una
fuente de inspiración constante, siendo el nacimiento de gran atractivo
infantil al ser el protagonista un niño. Además, el teatro navideño es un
instrumento idóneo para predicar y estimular valores éticos cristianos.
El siguiente
de los rasgos es la presencia de mensajes aleccionadores que impregnan al
teatro de una intencionalidad pedagógica o transmisora de enseñanzas, que
condicionan ideológicamente. En ocasiones, esto se traduce en una moraleja final.
Estas
enseñanzas pueden estar situadas dentro de un pensamiento tradicional y
conservador difundiendo mensajes como la perfección (belleza física, bondad y
talento), sumisión de la mujer, visión moralista del trabajo o la bondad y
rectitud en el obrar.
Dentro de los
valores actuales encontramos la importancia del diálogo, la tolerancia, la
aceptación de lo extraño, la defensa del ideal democrático, la condena de la
avaricia, el valor de la amistad y del respeto, la desmitificación de los
modelos convencionales o la crítica de la guerra y del poder injusto.
Todo esto nos
lleva a hacer una llamada a la creación de historias que den fin al tedio y la
monotonía a la que estamos acostumbrados.